miércoles, 30 de junio de 2010

Una vegetariana se llena de Bacon

Miércoles 12:30hs. El Centro Cultural Borges está, a mi gusto, demasiado tranquilo en relación con la obra que espera, demorada en la aduana por razones que desconozco pero se ilógicas. Sentada en la escalinata que da a la sala vacía espero junto a dos chicas. Una de ellas oficiará de intérprete de Edward Lucie-Smith, crítco, escritor, poeta, fotógrafo y también curador de la muestra que, tras larguísima espera, permitirá a mis mortales ojos observar el secreto mejor guardado durante décadas por uno de los más importantes artistas del siglo XX: Francis Bacon dibujaba.
Sus dibujos no eran bocetos, no eran estudios, en esto su mentira rozaba la verdad. Eran obras en sí mismas, obras que fueron legadas a ese círculo que él prefirió, ajeno al mundo del arte, a la crítica y la popularidad que lo devoraba y lo fascinaba al mismo tiempo, en una relación tan carnal como su obra. Lucie-Smith me dirá, minutos mas tarde, que una especie de “corte” condescendiente fue la engañosa compañía a la que el personaje redujo al artista. Que la aparición de estas obras que legó a su amigo italiano Cristiano Lovatelli Ravarino fue una historia que aparentaba para muchos, al principio, no ser más que fábula.

Pero pasados los litigios que la tan largamente sostenida mentira irremediablemente desató, y la descarga inusitada en medio de un tráfico de microcentro a la hora pico, finalmente los dibujos en gran formato que Bacon guardó tan celosamente en la posesión secreta de sus amigos fueron colgados en la sala.
Ahora es posible, para todo el que esté dispuesto a hundirse en el sanguíneo y expresivo universo de este maestro controversial y personalísimo, contemplar estas obras que tanto desmienten el que su negación se debiera a una impericia del artista por su condición de autodidacta, como ratifican lo merecido que ha tenido su lugar en la historia del arte contemporáneo.
Fotos inéditas del artista completan el menú que espera a todo aquel que haya comprendido por qué el Jocker de Tim Burton sólo perdona, en aquella admirable escena de Batman de 1989 en la que destruye todas y cada una de las obras del Museo de Arte de Gotham City, una pintura de Francis Bacon. Y para quienes quieran acercarse por primera vez a su obra, es un lujo.



Francis Bacon
La punta del Iceberg

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