martes, 29 de junio de 2010

Arte... bah.



Dos veces recorrí la feria de galerías ArteBA este año. La primera durante la multitudinaria inauguración, con el pelo enmarañado como parte del espectáculo con el que Sergio De Loof se dio el gusto de llenar de trapos y arcilla la pasarela que, flanqueada por la crema y nata de esta ciudad, y a la espera de un desfile que homenajease a la Tierra, se encontró con la contracara del trendy y con la estética del cartonerismo en todo su esplendor (y “mala onda”). La segunda, horas antes del cierre, entre galeristas ansiosos por llegar a casa y terminar con tanto trajín, desgranando balances desiguales de un evento que, para quien lo ve por primera vez, puede resultar desmesuradamente monumental.
Y es que ArteBA marea , conmueve, encandila y también, como en el caso del desproporcionado mega-exhibidor de zapatillas que robaba una generosa porción de lugar, espanta.
Pasado el fervor de la primera noche y del champagne, es siempre un mejor momento para ver de cerca la enorme diversidad de la oferta.
El barrio joven, donde This Is Not a Gallery presentó “Vete al Diablo”, una muestra de Federico Lamas con cara y contracara, para descubrir a través de un filtro más que revelador, fue sin dudas uno de los mejores sectores para descubrir nuevas propuestas, como la de la galería mexicana Brummell, donde se exhibieron las fotografías del artista Horacio Cadzco, quien durante un año se transformó a sí mismo de la manera más contundente y salvaje.
Claro que también hubo lujos para amantes del glamour como licuadoras coloridas de Kenzo en Lordi, o una obra de Marta Minujín con efecto hipnótico, una escultura de Gyula Kosice dentro de la cual cantaba el agua, y otras fantásticas hechas con hilos de acrílico por Dolores Casares. Ocasiones para contemplar a Petorutti, Berni, Alonso y, por qué no, Kenneth Kemble y León Ferrari. Y otras propuestas vernáculas de jóvenes talentos, desde las obras caladas en papel por Pablo Lehmann en Carla Rey hasta stencils en Turbo, y el stand de la galería Appetite que ya desde la entrada proponía un viaje osado por un sinfín de delicias mundanas, y no tanto.
Para esta noche, todos los stands habrán sido levantados. A casa se irán los galeristas y las obras, quien sabe, unas con ellos, otras a nuevos hogares. Atrás quedan cuatro días de corridas y negociaciones. Las caras del público que, a veces, lleva mucho brushing y gorditas chequeras, y otras, sólo amor al arte y un bolsillo apenas candidato a los treinta pesos que costó la entrada.
Gigantiásico y desigual, las dos Minujines con las que Marta se paseó por la noche inaugural quizás sean la mejor forma de entender este fenómeno multitudinario en la explicación de la artista: “no todo lo que brilla es oro”.

2 comentarios:

  1. los 5 días al año en que el monstruo saca a pasear sus tripas.
    un carnavalium.

    ResponderEliminar
  2. comparto cada palabra. te invito a visitarme. un saludo http://christianyamao.blogspot.com/

    ResponderEliminar